Reseña del gastrónomo
Como recuerdo esos viajes familiares a Puerto Vallarta en mi niñez, íbamos en una combi ocho hermanos, mis padres y algunos invitados, hacíamos 10 horas, no había carretera de cuota y nos parábamos en todos lados, que la miel, que la caña, que la gasolina. Pero todos esperábamos pasar por Magdalena para llegar a la fonda Lupita a comer, cenar o desayunar, según fuera la hora de cruce de este pueblo. Ahí en el mero centro antes de darle la vuelta a la plaza estaba este pintoresco y concurrido lugar donde se servía comida casera pero; esa de pueblo, esa de la que nos acordamos todo la vida.
Pues esta semana fui a Vallarta y decidí volver, para desayunar. Llegamos a las 8:40 y no había mucha gente, ahora se encuentra a unos pasos de la carretera de cuota que va a Tepic. Al llegar al entronque de Magdalena, te sales y a escasos 300 metros del lado izquierdo la encontrarás.
Es un lugar para ir con apetito y ganas de comida de rancho, tienen huevos al gusto, chilaquiles, quesadillas, tamales, carne con chile, bistec, huevos ahogados y un sinfín de delicias, todas acompañadas de esos frijoles refritos muy caldosos que da gusto sopear, con esas tortillas grandes y gruesas recién salidas del comal. ¡Deliciosas!
Pedimos varios platillos para compartir, iniciamos con unos chilaquiles $180 son triángulos de esta tortilla gruesa que les platicaba y bien fritas, pero ese grosor hace que no se aguaden y duren más, y aunque al final si se sienten aguaditos, para mi que me gusta el crujir, no tuvo demerito alguno por el gran sabor de la salsa roja a base de chiles secos rojos en su punto. Los acompañan con queso fresco, de ése que desmoronan a mano y dejan caer en el plato, se acompañan con una muy buena porción de frijoles caldudos maravillosos, de ésos con manteca que ya no comemos tan seguido.
También ordenamos chicharrón $180 es de pancita, con el gordito sí un poco aguadito, la verdad yo lo separé y disfruté sólo de su carnita debajo de él que estaba muy doradita y con un sabor excepcional, de éste confesaré que me hice un gran taco, que escurría frijoles a cada mordida y al que le puse una salsa buenaza de tomate crudo molcajeteado con un picor medio alto. Que barbaridad, creo que esos son los recuerdos que de la niñez tenía al tener estos placeres tan de vez en cuando.
Tiene platos combinados con dos guisos y sus frijoles, éstos son de $220.
El lugar es muy sencillo, con sus mesas con manteles plásticos muy coloridos, que asemejan zarapes, y sillas refresqueras de plástico. Vale la pena cambiar de ritmo de lo citadino y darse una vuelta, o mas, regalarse uno la vuelta para disfrutar de estos pequeños placeres que nuestro México nos ofrece todos los días.
También tienen menú para comer y para cenar. A la hora que pases podrás disfrutar un manjar pueblerino.
¡Sé feliz!
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